sábado, 28 de julio de 2012

El lugar del deseo en las intervenciones en calle


Cuando se habla de personas en situación de calle, se habla de un universo complejo, variado de posibilidades, en donde hay diversidad, pero también aspectos en común.

En la población en calle, se encuentran, hombres solos, familias, parejas y mujeres solas, que al decidir estar en calle, eligen a un partener masculino que las resguarde de posibles abusos, sobre todo sexuales, por parte de otros varones que se hallan en la misma situación de calle.

También se encuentra una serie de hombres solos, que por alguna situación conflictiva con quienes fueran sus parejas eligen la calle.

Es bastante factible hallar a familias con niños que no están escolarizados, personas con enfermedades casi erradicadas, como la tuberculosis, u otras sí mas frecuentes en toda la población, como el HIV.

En este orbe, se observan extranjeros y argentinos que sin posibilidades laborales que den cuenta de un trabajo digno, ubican, según su criterio, en la calle, una mejor opción.

Intenso es el trabajo de ser psicólogo con dicha población. Aparece la intención y la fuerza en dar posibilidad, a quienes están en calle, de otra opción de vida; si bien, seguramente no sea la ideal, sí es un avance en relación a la actual. Pero con lo que se encuentra quien está en el rol profesional, es en general, con el no deseo del otro ante el recurso ofrecido.

Por momentos parecería ser que el deseo partiera solo del psicólogo o del trabajador social.

Pero así como el deseo del analizante es necesario para el tratamiento analítico, aquí, el deseo de la persona en situación de calle también es necesario para lograr un corrimiento subjetivo.

Concurrir a un parador, realizar un tratamiento médico para mejorar sus patologías, escolarizar a sus hijos, poseer una red vincular contenedora y saludable, pensar en reincorporarse al mundo laboral; son estos los primeros aspectos a instalar, que aunque fueran cuestiones básicas para el status quo, parecerían presentarse en un horizonte lejano en el quehacer diario.

Las más de las veces es la pulsión de muerte la que predomina, ya sea orientada hacia el exterior manifestándose de forma agresiva o hacia el interior, tendiendo a la autodestrucción.

Y, aunque es predominante la pulsión de muerte, en algunos momentos aparece sí, algo del interés, pero este parecería estar puesto únicamente en una pensión o en un subsidio; el movimiento debería plantear a un sujeto que no se ubique en un lugar dependiente del Estado.

El deseo, en el sentido de Freud, es siempre singular a un sujeto, es un deseo que a diferencia de la necesidad, no camina en el sentido de la supervivencia. Por eso, en el trabajo con personas en situación de calle, también nos atañe que se puedan reencontrar con su deseo, más allá de la necesidad y la supervivencia que parecería ser la protagonista en su día a día.

Nos encontramos, en algunas ocasiones, con un acercamiento al lugar del deseo cuando la persona contactada transmite y muestra el querer otra realidad, es este, al menos un primer acercamiento para seguir trabajando.

La pulsión de vida empieza a hacerse lugar; la persona ingresa, por ejemplo a un parador y desde allí comienza un recorrido donde, en algunos casos, se reinserta al mundo social. Aparece nuevamente el deseo de contactarse con los otros y consigo mismo desde otro lugar.

El trabajo del proceso de empoderamiento comienza a construirse, es un trabajo conjunto, del profesional, la institución a la cual pertenece y quien está en situación de calle; con la imprescindible colaboración de los actores sociales, se va generando la sinergia necesaria para incrementar la confianza en las propias capacidades.

En el proceso de empoderamiento, la persona aumenta la fortaleza de las esferas psíquica, política y social.

Es en este sujeto en situación de calle, que aunque muchas veces se nos presente como desvalido o en un estado de indefensión, donde se puede pesquisar ese punto dispar a la instancia de vulnerabilidad, de donde partir para poder restituir al sujeto autónomo, reforzando sus derechos y capacidades.

Si bien existe una situación de vulnerabilidad, es importante como profesionales, poder percibir al otro, desde su ser potencialmente empoderado, donde pueda incrementar su poder y acceder al uso y control de los recursos materiales y simbólicos.

Dar lugar a la pulsión de vida que tienden a la conservación de las unidades vitales existentes. Esta tendencia, en el individuo, aspira a mantener su unidad y su existencia.

El deseo esta dirigido al otro como partenaire de la satisfacción. El otro es indispensable para desencadenar la maquina deseante. No es sin un otro que una persona en situación de calle reconozca la posibilidad de una vida imbuida de satisfacción.

En este campo de trabajo, los cambios son a largo plazo, es por ello que todo corrimiento subjetivo es sumamente significativo. Lo que en otro ámbito fuera pequeño, aquí cobra una dimensión diferente.

Y… ¿A dónde mirar cuando se trabaja?, a lograr que la persona logre el poder de decisión propio, que tenga acceso a la información, a los recursos materiales y simbólicos, que pueda ser resiliente ante las adversidades, que se aleje del lugar de marginación y dependencia y que logre ser partícipe de su proceso de crecimiento y cambio continuo.